martes, 26 de julio de 2011

la Tormenta

'"post-body-" + data:post.id'>





La vida es como una caminata. Hay minutos donde el Sol te entrega la temperatura perfecta, la brisa tibia pasa por tus manos y el paisaje es absolutamente increíble. Es el momento de captar esa imagen en el cerebro y guardarla. Es cuando eres feliz. Hay tiempos donde no hay ninguna curva, el panorama es el mismo de hace bastante rato y a veces los pies se sienten cansados. No tiene nada de incómodo, y hay que saber agradecer ese escenario de segura y estable cotidianeidad.


Pero existen momentos donde, contra todo pronóstico, una piedra entra en tu zapato, una tormenta comienza a mojarte y la calle se torna extrañamente peligrosa. Es cuando nuestras vidas pasan por momentos difíciles que no sabemos si podremos superarlos. Puede ser una enfermedad, la muerte de un familiar, el fracaso laboral, el quiebre de una relación amorosa. No importa qué, la verdad es que no sólo no viste que esto se acercaba y no puedes creer que estás empapado de pies a cabeza. Que el viento sigue soplando frío aun cuando ha pasado mucho tiempo sin cesar.


Lo peor es que ni siquiera trajiste una chaqueta, un paraguas o algo que te abrigue. La tormenta LLEGO. Caminas por la calle, y ves dentro de las casas a familias tomando té, jugando, riendo, tan ajenos a tu dolor. Es que la vida sigue, aunque la tuya esté totalmente deformada. Es hora de cerrar los ojos y seguir caminando. A paso seguro. A paso fuerte. Porque si te quedas parado la lluvia sólo te mojará más, el viento sólo te entumecerá más. No puedes parar. Y no es que estés sólo. Es que no puedes ver al resto.





No importa cuán violenta sea la tormenta. Camina. Ya pasará.